lunes, 10 de diciembre de 2007

jueves, 6 de diciembre de 2007

tripulantes


La literatura tiene estas cosas: un día siembras una semilla y otro día –a veces al cabo de los años– recoges una flor, previamente polinizada por las circunstancias. La penúltima de estas flores me llega de manos de la editorial Eclipsados, que a finales de 2006 publicó Tripulantes, proyecto literario pilotado por Vicente Muñoz Álvarez y David González. Fue éste quien, en el marco de nuestra esporádica pero fiel correspondencia electrónica, me propuso –creo recordar que a principios de 2004– colaborar con un relato, algo a lo que, agradecido, me presté de buen agrado. Pasó el tiempo y no volví a tener ninguna noticia al respecto. Cuando ya pensaba que el asunto había naufragado, el propio David me avisó de que las galeradas estaban en imprenta.Con una edición deliciosa -empezando por la portada ilustrada de Miguel Ángel Martín-, Tripulantes nace con cierta vocación alternativa frente a otras estéticas en el mundo de las Letras, digamos, más academicistas. Tal como explica Vicente Muñoz en el prólogo, el libro –que es algo más que un libro, porque incluye un DVD informativo realizado por Nacho Abad y Javier Abad con entrevistas a sus principales promotores– es subsidiario de otro proyecto anterior, Vinalia Trippers, que daba alas, a mediados de 1995, a las inquietudes creativas de varios autores: Alfonso G. Rabanal, Sivia D. Chica, Cusco, el citado Vicente Muñoz y otros muchos que se fueron uniendo con el paso de los años. Lo primero fue lanzar un fanzine donde tuvieran cabida relatos e ilustraciones y, por qué no, cómics y otros textos con que enriquecer una publicación “políticamente incorrecta”; y a la sombra del fanzine se realizaron actividades culturales complementarias: la edición del suplemento Poemash y de varios libros de bolsillo, encuentros literarios, etcétera.
Seis años estuvieron dando batalla estos anti-héroes de la publicación subterránea, sumidos en una efervescencia creativa y emocional, hasta que el fanzine –no este en concreto, sino en cierta manera todos– sufrió la herida de muerte a manos de Internet, que ha resultado ser –todo hay que decirlo– no el verdugo de este tipo de literatura pretendidamente subversiva sino simplemente una nueva vía de encauzarla.La excusa del libro y del documental en DVD –que se venden juntos– ha sido la celebración del décimo aniversario de aquel primer número de Vinalia Trippers, con lo cual esa orfandad sobrellevada por tantos fanzineros y nostálgicos a quienes se les robó el formato papel queda en alguna medida aliviada.
Textos e ilustraciones de
82 autores vienen a dar vida a estas 88 páginas de fanzinismo, valga el palabro. (El gran número de autores y la escasez proporcional de las páginas ya ilustra, desde un prisma matemático, el carácter breve de las aportaciones).Precisamente porque son tantos los autores y los temas desarrollados –más allá de cierto halo, real o fingido, de marginalidad– no me atrevería a hacer una crítica puntal de los textos, aunque creo que no falta calidad literaria en la mayoría de ellos. El libro, a modo de ejemplo de su variedad temática, arranca con un escrito de Nacho Abad dedicado a la memoria de su maestro Hércules Shegers (¿real o ficicio?) y finaliza con un relato firmado por Juani Yanguas sobre una extraña pareja de fetichistas. Hay otros que inciden en la locura (“El hombre que daba de comer a los buzones”, de Óscar Aibar; “La profecía”, de Mada Alderete); en el protagonismo de un misterioso hombrecillo afecto al vaso de vino (“El señor Kauffman”, de Miguel Barrero); un viaje a las estrellas (de cine) de José Ángel Barrueco; unas reflexiones sobre la virginidad en forma de relato en “Interruptus”, por Isabel Bono”, un texto anclado a la aliteración de la letra s (“Serpentario sin salida”, de Eloy Fernández Porta); la presunta primera experiencia de un niño en el cine (“El cine Roxy”, de Luis García), etcétera. Creo oportuno resaltar el texto de Begoña Paz “Fecha de caducidad”, editado en dos versiones: castellana y gallega, y otro del escritor portugués José Luis Peixoto, “A velha Carlota”, que nos llega en su lengua original.Dice David González en el documental que la ficción está haciendo mucho daño a la realidad. Yo diría más bien que es la cruda realidad quien está haciendo daño a la ficción. Tanto, que a veces pienso que esa realidad –esperpéntica, injusta y algo pizpireta– no tiene otra función que alimentarse de su hermana la ficción, y no al revés como muchos creen.Pero dejemos esas reflexiones intempestivas para mejor momento. Francisco Rodríguez Criado
DVD Tripulantes, por Nacho Abad